Cuando hace ya dos décadas en Toyota decidieron que era el momento de encontrar un sucesor para el Toyota Starlet, sabían que no lo tendrían fácil: el nuevo vehículo debía ser moderno, tanto en apariencia como en mecánica. Se buscaba fabricar un coche, Yaris, para una audiencia global, con una plataforma y unos componentes totalmente nuevos. Los ingenieros que lo desarrollaron debían aplicar las tendencias de reducción de costos al tiempo que mejoraban la calidad, el impacto medioambiental y la durabilidad del vehículo.
