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Historia del Toyota Corolla

El coche para las personas
Todos hemos experimentado una sensación de bienestar al reconocer algo de nuestro pasado.

Puede ser un éxito musical de nuestra infancia que suena en la radio, un aroma en el aire que nos recuerda las comidas familiares o una película que evoca recuerdos de la inocencia de la juventud.

Los coches también desencadenan recuerdos. Nos recuerdan los viajes, situaciones y momentos que conforman nuestras vidas: quizás sean los vagos recuerdos de las excursiones familiares, la torpeza con que cambiábamos de marcha al aventurarnos con nuestro primer coche o el orgullo que sentimos al enseñar nuestro nuevo vehículo de empresa. Por eso, cuando un vehículo tan y tan popular como el Toyota Corolla se cuela en las vidas de más de 40 millones de personas, cabe pensar que se han creado muchos buenos recuerdos por todo el planeta.

  • Para los japoneses de los años sesenta, tener un vehículo era prácticamente un sueño, y en lugar de buscar únicamente la faceta práctica, querían un coche del que pudieran sentirse orgullosos, algo que transmitiera una sensación de lujo.

    El Corolla, que toma su nombre del anillo de pétalos que rodea el centro de una flor, nació

  • con el lema: ‘El coche más deseado por el mercado se presenta al mundo reuniendo la esencia tecnológica de Toyota’.

    Fundamentalmente, eso significaba que el Corolla había sido diseñado para superar las expectativas de los usuarios; un vehículo equipado con nuevas tecnologías y técnicas, que no solo incorporaba nuevos niveles de confort, seguridad y equipamiento en la categoría, sino que, aún más importante, incorporaba innovaciones mundiales nunca vistas en un vehículo familiar.

    En aquellos inicios, el Corolla supuso tal revelación que causaba sensación al verlo en directo. Según un comercial de la época, los clientes a menudo exclamaban “¡guau!” al verlo, y no era inusual que se acercara la gente

  • cuando se entregaba una nueva unidad a un cliente.

     

     

    Para países como Holanda, donde este modelo de 1968 se expone como nuevo en el Museo Louwman, el Corolla fue uno de los primeros vehículos japoneses en llegar a sus puertos, lo que hizo que levantase aún más interés.

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    Con su carrocería más tradicional, que contrastaba con otros vehículos populares del

  • momento como el VW Beetle y el Renault 4, el Corolla estaba disponible con tres estilos diferenciados (cupé de dos puertas, sedán de cuatro puertas y familiar de dos puertas). Al ver uno en directo, sorprende lo pequeño que parece el modelo original en comparación con un familiar de la actualidad, como un Auris o un Avensis.

    Con sus nítidas proporciones, sus intrincados detalles y sus acabados cromados, no cuesta mucho imaginar el Corolla en su momento álgido aparcado en la calle y provocando el entusiasmo de los transeúntes.

    Por delante, dos grandes faros flanquean una amplia parrilla con un paragolpes pulido situado justo debajo, mientras que en los laterales una banda cromada adorna la cintura del vehículo hasta la parte posterior. El toque de distinción lo dan los elegantes emblemas de Corolla en las aletas, así como un amplio

  • embellecedor cromado en la tapa del capó con el emblema de Toyota.

    En el interior, los ocupantes del Corolla pueden disfrutar de un habitáculo espacioso (gracias a la altura del techo), un sencillo salpicadero que lo recorre de lado a lado de una sola pieza y un número mínimo de botones y mandos: la radio, los controles de la ventilación y una guantera, características que no solían encontrarse en la categoría del Corolla.

    Los ocupantes disfrutaban de asientos reforzados individuales, que a diferencia de la banqueta, más corriente, se reclinaban en 16 pasos hasta abatirse, y proporcionaban un apoyo firme al tiempo que cómodo, dejando un espacio más que generoso detrás, que en aquel momento se comparaba con el sofá de un salón.

     

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    La tecnología desarrollada para los vehículos deportivos se adoptó en la transmisión del Corolla, con un cambio manual de cuatro velocidades totalmente sincronizado y una palanca montada en el suelo que nunca antes se había visto en un automóvil japonés. La palanca, de aspecto deportivo, está al alcance de la mano desde el gran volante de dos radios, justo debajo del cual hay dos grandes esferas que llaman la atención por su simplicidad.

     

  • En perfecta combinación con la transmisión, el vehículo montaba un motor de 1.1 litros de gran calidad. En aquel momento era habitual que los vehículos familiares vinieran equipados con un motor de 1.0 litro, pero se pensó que un poco más de potencia bajo el capó del Corolla le aseguraría una cierta superioridad con respecto a la competencia.

    Para dotar al Corolla de una calidad de marcha a la altura de su motor, se montó una suspensión delantera MacPherson, otra novedad para un automóvil japonés. Tras dos años y medio de desarrollo ininterrumpido, los ingenieros perfeccionaron la configuración, que ha servido como referente en cuanto a suspensión para muchos vehículos hasta nuestros días. En la parte trasera, se adoptó una suspensión semiflotante que reducía el chirrido que podían producir los resortes de ballesta.

    El Corolla parecía tenerlo todo —la imagen, el motor y el confort—, pero eso no era suficiente para los líderes del proyecto; también tenía que ser pionero en lo que a seguridad se refería. Inicialmente ofrecía frenos de tambor en las cuatro ruedas, pero no pasó mucho tiempo antes de que se ofrecieran frenos de disco en algunos modelos; nuevamente, algo sin precedentes en un familiar.

  • A medida que el modelo se desarrollaba, se fue incorporando una serie de innovaciones de seguridad: cinturones de seguridad de dos y tres puntos, limpiaparabrisas de dos velocidades, volante y columna de dirección con absorción de impactos y reposacabezas.

    En tan solo tres años desde su lanzamiento, en 1966, el Corolla había afianzado su lugar en los corazones de los usuarios y se había convertido en el coche más vendido de Japón.

    Ahora, casi 50 años desde que la primera unidad se pusiera en marcha, y en su undécima generación, el Corolla sigue evolucionando según las exigencias de un nuevo mundo, sin olvidar los principios que hicieron triunfar al original: innovación, seguridad, placer de conducción y accesibilidad. Gracias a eso, no solo el Corolla sigue siendo uno de los vehículos más populares del mundo, sino que además seguirá dando forma a las historias y los recuerdos de conductores de todo el planeta.