Entre los hábitos de conducción adquiridos desde la autoescuela, está el de circular con una marcha acorde a la velocidad que lleva el coche. Cuanto más larga sea la marcha metida desde el embrague, más eficiente será la conducción. Llevar un vehículo a RPM más bajas de las que se debe penalizará en su rendimiento, causando averías de diferente gravedad y acortando la vida útil del motor.
La costumbre de usar la primera marcha sólo para arrancar y empezar a engranar a lo loco en cuanto el coche coge velocidad, está presente en la rutina de muchos conductores. ¡De demasiados! Los extremos nunca son buenos: tener el motor poco o demasiado revolucionado puede causar problemas:
- Una acumulación de residuos que el tubo de escape no ha expulsado correctamente.
- Problemas con la válvula EGR.
- Averías del filtro de partículas.
En el panel de mandos de tu Toyota, además de un velocímetro donde puedes ver la velocidad a la que circulas, dispones de otro relojito, un tacómetro que cuenta las revoluciones por minuto (RPM) de tu motor en función de la marcha engranada. Los números que lo componen suelen ir del 1 al máximo que el propulsor permita.
Por ejemplo, si la aguja de tu tacómetro se sitúa en el 2, quiere decir que el motor de tu coche gira a unas 2000 revoluciones por minuto. A más velocidad, se necesita cambiar a una marcha más larga. El sonido que identificarás rápido es un rugido peculiar que revoluciona el motor y nos dice, en definitiva, que pisemos en breve el embrague.
¿Qué ocurre en verano, con el aire acondicionado puesto y subiendo una pendiente pronunciada? Que el coche se ‘ahoga’ y necesita revolucionarse un poco más para subir sin asfixiarlo. Con reducir marchas para adaptarse al obstáculo y a la velocidad permitida, es suficiente.