El cliente particular es quizá el talón de Aquiles de los alquileres a largo plazo con servicios añadidos, una modalidad que permite a los usuarios disfrutar de un automóvil durante un período de tiempo que suele rondar entre los tres y los cuatro años, sin tener que preocuparse de afrontar el pago del seguro, del mantenimiento, del cambio de los neumáticos o incluso de pagar el Impuesto de Circulación, en caso de que fuera necesario.
Los clientes se limitan a abonar una cuota mensual durante el período contratado y se desentienden de otros quebraderos de cabeza hasta que toca devolver el coche a la compañía de renting.